
Por Hna. Mª del Carmen de San Juan de la Cruz
La celebración de la Eucaristía en esta tarde del Jueves Santo nos introduce en la celebración solemne del Misterio Pascual: Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
En nuestro Carmelo nos preparamos durante toda la Semana Santa con el silencio, es decir, sin la recreación habitual que tenemos durante una hora después de comer y otra hora después de cenar, para estar con el Señor, escuchándole, contemplándole, pidiendo por todos.
La mañana transcurre con normalidad, cada hermana preparando lo que corresponde a su Oficio: las refitoleras, el Refectorio como si fuera un Cenáculo…las sacristanas, todo lo de la Iglesia para la celebración, y el Monumento; la cocinera y provisoras preparando la comida, que este día es especial…etc, etc… todas preparando el corazón, pidiendo a la Santísima Virgen nos lo prepare para participar en la Eucaristía, ofreciéndonos con Cristo por Él, con Él y en Él por todos.
En la comida este día sirve Nuestra Madre Priora, para imitar al Señor Jesús, que dijo:
“Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve”
En la tarde antes de la Eucaristía, tenemos un acto comunitario en el que realizamos lo que Jesús hizo en la última Cena: “el lavatorio de los pies”. La Madre Priora se va arrodillando delante de cada hermana y le lava los pies, como Jesús hizo con sus discípulos, y les encargó que ellos hiciesen lo mismo unos con otros…
Después de este acto, tenemos la Eucaristía, el momento más importante del día y de todos los días, en que Cristo se nos da, en su amor hasta el extremo, como comida y bebida para que tengamos vida, vida eterna…(Jn.6)
Terminada la Eucaristía, el sacerdote traslada el Santísimo Sacramento al “Monumento”, que preparamos con mucha sencillez, a un lado del Presbiterio, delante de nuestra reja del Coro. Y comienzan los “turnos de vela”, aunque todas las hermanas estamos prácticamente toda la noche y el Viernes Santo hasta los oficios de la tarde… Son muchas horas pero siempre se nos hacen cortas para acompañarle, ahondar en sus Palabras en el “discurso de despedida” de tanta riqueza y contenido, para unirnos a su oración al Padre pidiendo la unidad, pidiendo por la Iglesia, el Santo Padre, los sacerdotes, intercediendo y ofreciéndonos con El por toda la humanidad, dándole gracias en nombre de todos los hombres por haberse querido quedar con nosotros, como nos dijo: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. Esto nos llena de consuelo y alegría, pues Él es Fiel y cumple su promesa.
Como nos dice Santa Teresa: ”Es Amigo Verdadero” y “con tan buen Amigo al lado todo se puede sufrir” y también: “Quien a Dios tiene, nada le falta…Sólo Dios basta”.