«Perdida en Ti, vivo feliz para siempre»

Por Hna. Stella Mª de Jesús

Beata Elia de San Clemente (1901-1927)

Hoy, 29 de mayo, en el Carmelo Teresiano celebramos la memoria de la Beata Elia de San Clemente, carmelita descalza, fallecida santamente en el Monasterio del Glorioso San José de Bari, el día de Navidad de 1927.

Muy poco conocida entre nosotros, siento que es algo atrevido escribir sobre ella por carecer en gran medida de traducciones de su biografía y escritos. Incluso a los ojos de los que la rodearon, su vida, tan breve, guardó en sí también un precioso secreto. Viviendo a su lado, en su propia Comunidad, parecería que no se podría decir nada que indicara una particular santidad y que su recuerdo desaparecería muy pronto en el correr de la historia.

Pero, Dios, que encendió su luz en el corazón de nuestra Hermana, tenía otra misión para ella, y ha querido que su vida y sus palabras alumbren a todos cuantos tengan la dicha de conocerla… porque acercarse a la Beata Elia es ser tocado en lo más hondo por el perfume de una existencia traspasada por el Infinito…

Su vida

Nacida en Bari el 17 de enero de 1921 del matrimonio, profundamente cristiano, de Giuseppe Fracasso y Pasqua Cianci. De los 9 hijos que adornaron esta familia sólo sobrevivieron 5. Teodora fue la tercera, y crecerá en un ambiente sencillo, lleno de afecto y virtudes.

A la edad de 4 años cuenta a su madre haber visto en sueños a una joven señora, muy bella, paseando y acariciando los lirios de su jardín, que se inclinaban a su toque delicado; hasta que, llegando al fondo del campo, la bella señora se agachó tomando de la tierra un pequeño lirio que miró por un poco de tiempo, y después de haberlo estrechado a su corazón, desapareció. Su madre le dijo, emocionada, que esa Señora era la Virgen María que quería recompensarla porque la honraba cada día. Más tarde, con lágrimas en los ojos, la pequeña Dora rezaba en el jardín: «Mi buena Señora, ¡qué bella eres!…¡Oh! Cómo quiero amarte! Yo me ofrezco a Ti, para no ser más del mundo; y cuando sea grande seré monja

Aquel sueño marcará toda su vida, que será, desde entonces, un aspirar continuamente a lo Eterno.

Años más tarde, otro sueño le indicará nuevamente la dirección de su existencia: En la noche precedente a su Primera Comunión el 8 de mayo de 1911 verá a Santa Teresa del Niño Jesús que le predijo: «Serás Carmelita, como yo». Y al día siguiente, al recibir a Jesús por primera vez en la Eucaristía Dora sintió así: «Comprendí que el alma recibiendo amor, debía dar amor«.

Desde entonces se acercará cotidianamente con singular fervor a la Mesa eucarística excepto en los dos meses de incursiones aéreas de la Primera Guerra Mundial.

Durante su corta formación académica con las religiosas Estigmatinas, aprende también a coser y bordar primorosamente, lo cual le servirá para ayudar a su familia en los tiempos difíciles de la guerra y postguerra, y años más tarde en su Comunidad de Carmelitas.

Formó parte de asociaciones eucarísticas y de beneficiencia; y al llegar tiempos de difusión anticlerical y cierre de conventos, reunirá a sus amigas en su propia casa para meditar y orar juntas, para leer vidas de Santos y sobre todo la «Historia de un alma» de Santa Teresita.

En la oración Dios le iba haciendo comprender cada vez con mayor claridad cuánto quería de ella: «Comprendí que también yo, pobre niña, podía calmar la sed del dulce y amado Jesús… La caridad de mi Dios penetraba en mi corazón, y sentía la necesidad de ofrecerme al Amor… Comprendí que para conducir almas a Dios no era necesario realizar grandes obras«.

Atraída por el «caminito» de Santa Teresita, y guiada por su director espiritual visita el Monasterio Carmelita de Via Rossi, en Bari, y a la vuelta, radiante, confiesa: «He encontrado la casa en la que podré recibir tantas gracias de Jesús y hacerme santa«. El 8 de abril de 1920 se abrirá la clausura para acoger para siempre a Dora y a su amiga Clara. Allí escribirá al terminar ese mismo día: «He encontrado todo aquello que buscaba… Aquí, Jesús, desplegaré mi canto de gratitud infinita, en mi silencio te cantaré mi amor..

Su camino, desde el inicio, no fue fácil. Ya en los primeros meses de Noviciado había tenido que afrontar con gran espíritu de fe no pocas dificultades, y además una profunda «noche oscura» en su alma. La Madre Maestra le invita a escribir su autobiografía, y ella confiesa: «No sabría explicarte, Madre mía cuanto sufrí entonces«. Pero el tiempo de su prueba interior cesó y el 24 de noviembre de 1921 hará su Primera Profesión de votos temporales: «Como en un éxtasis de amor, hice mi Santa Profesión: ¡Paraíso!«

La vida del Carmelo, la doctrina de nuestro Santos Padres, Santa Teresita (su gran amiga) nutren su vida espiritual; y la respuesta a su vocación se confirma en su oración: «Amor, sufrir, inmolarse en cada instante, sin jamás cansarse, amando a Dios con un amor nuevo, desconocido., con aquel amor con el cual no eres amado, sin que ni siquiera Tú sepas que la que te ama es Elia«; y describe el puesto que deberá ocupar en el Corazón de Dios, en la Iglesia y en el Carmelo: «Un haz luminoso desgarra el azul infinito, y va a dar en un valle profundo donde una niña mira asombrada. El haz de luz está compuesto de rayos dorados que forman en proyección las palabras: «Perdida en Dios«.

Su amor a Dios se plasma de modo aparentemente sencillo, cada día en la vida con sus Hermanas: «La alegría, la paz, a Dios mismo lo buscaré en la observancia, en el trabajo, en la obediencia«;»sobrevolar sobre todo lo que pasa y esconder bajo una sonrisa toda pena: he aquí otro secreto de mi felicidad«; «mi deseo es servir con alegría al Señor y sentirme feliz en el no ser conocida más que por Él solo«; «el amarte, mi Dios, no consiste en obras grandes ni estrepitosas, sino en el saberse inmolar incesantemente en las cosas pequeñas, como por ejemplo: «el sonreir ante un desaire o una palabra proferida por una Hermana que hiere nuestro amor propio«; «esforcémonos por ser todavía nosotras las pequeñas sonrisas de Jesús, olvidemos nuestras pequeñas penas para mostrar a todos la dulce inmutable serenidad de Dios«.

En el año 1923 al ser nombrada maestra de encaje a máquina en el centro de educación para jovencitas junto al Carmelo, comenzará para ella una gran prueba. La directora, Sor Colomba, de carácter autoritario y severa, no veía con buenos ojos la bondad con que Sor Elia trataba a sus alumnas. Intuye, de pronto, que tendrá que sufrir mucho, pero no deja transparentar al exterior su malestar (que sólo alcanzamos a ver, parcialmente, en una carta a su director espiritual). Preguntada por la Madre Maestra, que la admiraba su silencio y sufrida serenidad, Sor Elia le contestó: «Mis hermanas son todas ángeles, ¿qué mal no hará si en el ofrecer flores a Jesús algún pétalo cayese por tierra y Sor Elia lo recogiese?«

Las acusaciones eran también por un estilo definido como «demasiado confidencial» con alguna hermana, por lo cual los otros miembros de la Comunidad se alejan de ella, dejándola sola. Así la Cruz prepara a Sor Elia al martirio del cuerpo y del espíritu.

El 8 de diciembre de 1924 con la aprobación de su Madre Priora y de su director espiritual hace el «voto de lo más perfecto»; y con este espíritu, el 11 de febrero de 1925 pronuncia sus votos solemnes y recibe el velo de esposa de Cristo. Pocos meses después, al final del curso de 1925 no le es renovado el encargo de la escuela de bordado, ni se le asigna ningún otro oficio.

Observando las reglas y los actos comunitarios pasaba gran parte de la jornada en su celda dedicada a la costura: «El abandono de las criaturas me es dulce, el completo olvido me es suave, y el silencio que me rodea, la soledad que mora siempre en mi alma me es más querida que el paraíso mismo, porque en ello yo me encuentro siempre al dulce Jesús, y donde está Jesús, allí está el paraíso«

En medio de estas amarguras el Señor le concede otras íntimas alegrías, cuando el 15 de agosto de ese mismo año 1925 su hermana pequeña, Domenichina, entra en su mismo Carmelo tomando el nombre de Sor Celina; y por la proclamación de Teresa del Niño Jesús como «Santa».

Dotada de gran sensibilidad, en los años de su soledad en la celda su vena poética toma consistencia. Desde niña siempre encontró en la naturaleza y en la música el lenguaje de la Belleza eterna; y en esas «palabras que contempla» descubre la imagen de la Verdad de Dios y de la vida, pudiendo describir con ese espejo cuanto acontecía y sentía en su alma. Todo hablaba al corazón de Sor Elia: el viento, los pajarillos, el mar, las estrellas, las flores, su amor a la Eucaristía, a la Cruz… Y ella, en sus poesías canta sin cesar el Amor, el deseo del Cielo, la dicha de su vocación, el gozo de la soledad y el sufrir con Jesús…; sólo en un poema, al recordar el sendero de su llamada, aparece una desnuda mención de su prueba que al fin aclama con amor:

«Un grito poderoso me sale del corazón,

un gracias estremecido de amor joven:

¡oh! ¡cómo me amaste, mi Bien, mi Vida!,

escuchaste los suspiros de mi corazón»

Desde fines de 1926 comenzó a atormentarla un fuerte dolor de cabeza, pero fue entendido como una cuestión nerviosa con lo que la marginación y el aislamiento crecían cada vez más. Sólo algunas hermanas podían intuir su drama, entre ellas la Madre Magdalena, fundadora del Carmelo, que la sostenía moralmente.

Sor Elia pide ser iluminada y confortada a su director espiritual: «Sin duda sufro una verdadera agonía, el abandono total, sin embargo aparezco a mis Hermanas como si caminase sobre una alfombra de flores..Usted ciertamente comprenderá cuántos equívocos envuelven y cuantas gruesas nubes sobre nuestra cabeza y nos hacen pasar horas de verdadero desconsuelo, conocido sólo por Jesús… La buena Madre me dice que estoy obsesionada y que atravieso un período de gran tentación, que corro el riesgo de acabar neurasténica… Yo sé que así se lo hace ver el Señor, porque si fuese de otro modo cesaría mi martirio«.

En 1927 es nombrada sacristana, encargo que la llenó de felicidad y le permitía dividir su tiempo entre la celda y el altar, siendo en la Comunidad quien velaba por el «Divino Prisionero». Entretanto su mal de cabeza continúa sin ser entendido, y el sufrimiento es el pan cotidiano que le hacía capaz de compartir con Cristo en la Cruz la fecundidad de su Redención. Elia presiente que su vida pronto será segada: » Qué fortuna para tu pequeña flor plegarse sobre el suelo a la sombra de tu Cruz y morir de amor! Esto te pido Jesús. Gracias«. Habla del Cielo, pero jamás del deseo de morir. En Adviento su madre va a visitar a sus dos hijas carmelitas y su despedida muestra la intuición de que ya no se verán en Navidad.

El 21 de diciembre empeoraron sus condiciones de salud, retirándose a la celda, pero no se le administra la Unción de Enfermos porque estaba difundida la convicción de que todo era un asunto nervioso. Al fin, el día 24 son llamado los médicos que diagnosticaron encefalitis pero infravaloraron la gravedad del mal. El día 25 constatan que Sor Elia está próxima a la Eternidad y recibe la unción de enfermos mientras el Arzobispo concede a su familia entrar en clausura, asistiendo su madre y su hermano Nicola solamente, pues su hermana Prudenzina quedaba en casa asistiendo a su padre venido abajo ante la noticia. Se creó finalmente en torno a Sor Elia una atmósfera de oración que la acompañó mientras volaba a los brazos de Jesús abrazando su Crucifijo: era mediodía.

El Arzobispo quiso orar ante los restos mortales de la joven hermana que había conocido y apreciado y añadió proféticamente: «Sor Elia pedirá por nosotros en el Cielo». Era la verdad de Sor Elia…

Un «alma real»

«Son estas personas que Dios las llega a este estado almas generosas, almas reales» C6.4

Así define Nuestra Santa Madre Teresa de Jesús a quienes viven en el amor verdadero, almas que viven en la Verdad, almas «reales» que han descubierto la realidad de su vida y se han arriesgado a vivirla hasta el fondo..

Elia de San Clemente, Teodora Fracasso fue, es, un alma real que arriesgó su joven, única y concreta vida en la búsqueda de ese «amor nuevo», de ese «amor con el cual no eres (Dios) amado, en la búsqueda del Único Amor Infinito que podía colmar sus deseos: «Siento la vastedad de mi alma, su infinita grandeza, que no basta la inmensidad de este mundo para contenerla; ella fue creada para perderse en Ti, Dios mío, porque sólo Tu eres grande, infinito, y por tanto sólo Tú la puedes hacer plenamente feliz«

Su generosidad nos puede parecer inalcanzable, su vida familiar tan llena de afecto tal vez muy distinta a la nuestra, la irrupción de Dios en sus sueños algo que nunca nos ha pasado… una vida muy distinta tal vez a la nuestra… Y nos puede dar pudor o desconfianza pensar en las incomprensiones sufridas en su Comunidad… Era su propio «camino único y diferente». como dice el Papa Francisco (GE11), con el que Dios mismo le sorprendió y que ella hubo de acoger y abandonarse a Él «para sacar a la luz lo mejor de si, aquello tan personal que Dios había puesto en ella» (GE11).

Dios, infinitamente original con ella, infinitamente original con cada uno de nosotros. «Cada santo es una misión; es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio» (GE19) «La santidad es vivir en unión con Él los misterios de Su vida. Consiste en asociarse a la muerte y resurrección del Señor de manera única y personal, en morir y resucitar constantemente con Él» (GE20) Teodora, un don de Dios (como su nombre indica), una misión nacida de la entrega y humillación de Jesús en la Cruz, del Amor que se olvidó totalmente de sí… Por eso Teodora habla un lenguaje que a nuestro tiempo puede resultar extraño: «anonadarse», «desaparecer», «inmolación»… pero ése es el sentido más profundo de la vida: «Nuestra vida en la tierra alcanza su plenitud cuando se convierte en ofrenda» (Christus Vivit 254).

Teodora no hizo el camino sola, su camino se tejió con el de cuantos la rodearon y especialmente con sus Hermanas de Comunidad, en la compleja trama de relaciones interpersonales, perteneciendo a un pueblo, su familia, su Iglesia. Lo mucho positivo que recibió le hizo crecer y también lo sufrido y nunca ella hubiera querido que se juzgara a quienes no la entendieron: «son ángeles«… A la luz de la fe todo se convirtió en ese camino único e irrepetible que Dios había preparado…

Los Santos nos fascinan y nos motivan pero «tú tienes que descubrir quién eres y desarrollar tu forma propia de ser santo, más allá de lo que digan y opinen los demás. Llegar a ser santo es llegar a ser tú mismo, a ser ese que Dios quiso soñar y crear» (Christus Vivit 162) Esto nos dice también nuestra Beata Elia, su vida, sus escritos y su oración que sin duda nos acompaña desde ese Dios en el que está perdida para siempre…

Termino con un pensamiento y una poesía sobre sí misma que ella nos regaló:

«Yo, dulce capricho de Dios. ¡Cuán grande e incomprensible eres! Yo te lo consagro todo a Ti, no procurando otra cosa aquí abajo que deshojarme en la lumbre de tu Fuego divino«

La hermana morena / en la celdita

sola solita / puede asemejarse

al ruiseñor que / de su corazón

canciones de amor/ entona.

la aguja corre / entre sus dedos

ella es rápida / absorta en el cielo

Lejos del ruido / solitaria y humilde,

vuela gentil / su pensamiento.

El corazón ardiente / entona por cántico:

tiene allí al lado / a su Señor.

Allí en la cruz / el esposo amado

y sobre su pecho / también la cruz

mira sonriendo / la hermanita

a Teresita, / astro del cielo.

Con ella son breves / las larga horas:

el eco del corazón / responde siempre.

Qué feliz / en la celdita

el ruiseñor / del buen Jesús.

Todo sonríe / a su alrededor

y de noche y de día / contenta está

Sola, solita / con su pequeño corazón

canciones de amor / cantando va.

Gracias a los que habéis sido valientes para llegar al final de este compartir unas impresiones del corazón que espero no traicionen la verdad, el alma real de nuestra Hermana Elia. Las traducciones son caseras

¡Que el Señor y la Virgen que tanto amó nuestra Beata Elia, os colmen de bendiciones! ¡Feliz santo día!

3 respuestas a ««Perdida en Ti, vivo feliz para siempre»»

  1. Dios les pague por el artículo..que hermosa es la Vida del Carmelo..el Cielo..el Cielo..una oración por mi vocación, gracias Hermana Elia de San Clemente intercede por todas las Carmelitas y por mi también..hoy te pido esa gracia que tu sabes que llevo en mi Corazón hermana mia.
    Atte: Joselyn

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