
Por Hna. Mª Candelaria de Cristo Resucitado
Hoy celebramos la Ascensión del Señor…Es una invitación para nuestros ojos y nuestros corazones a mirar al cielo, a colmar la invitación de “buscar los bienes de arriba y no los de la tierra”(Col 3,1), a caminar cada día en la esperanza, porque, Jesucristo ha sido exaltado por Dios, como dice el salmo responsorial:
“Dios asciende entre aclamaciones, el Señor, al son de trompetas”(Sal 46)
Él está sentado a la derecha del Padre y Él es la Cabeza de la Iglesia. Cada uno de nosotros somos sus miembros y, como Él, estamos llamados a la “vida del cielo”… Pidamos, como nos indica la carta de S. Pablo a lo Efesios (Ef 1, 17-23):
“ese espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo (v. 17)
Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama (v.18)
Estamos llamados a la esperanza, a vivir unidos a Él, a vivir el cielo en la tierra ¿Y cómo es posible? Santa Isabel de la Trinidad nos dice:
“la fe nos ofrece tal certeza de los bienes futuros y nos los hace tan presentes que, mediante ella, son realidad y subsisten en nuestra alma aun antes de poderlos disfrutar”. (El cielo en la tierra, día 6º)
El evangelista S. Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch 1,1-11) se dirige a “Teófilo”, que quiere decir: “amante de Dios”, pero va dirigida a ti, pues tú deseas “gustar de Dios”… Nos narra que:
en su evangelio escribió todo lo que Jesús hizo y enseñó, y cómo ascendió al cielo…Era necesario que ésto sucediese cuarenta días después de su Resurrección para confirmar a los discípulos en la fe…Jesucristo, Nuestro Señor, fue crucificado, pero resucitó y se apareció a sus discípulos durante cuarenta días probando así, que estaba vivo…Les dijo: ”No os alejéis de Jerusalén, aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado (v.4)
¿Qué palabras son ésas…?. Recordemos lo que les dijo en el Cenáculo y nos habla a nuestros corazones:
“El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ese os enseñará todo” (Jn 14,26)
“Cuando venga el Abogado, que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de Verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí” (Jn 15,26)
“Pero cuando viniere Aquel, el Espíritu de Verdad os guiará hacia la verdad completa” (Jn 16,13a)
Los apóstoles y nosotros nos preguntamos: ¿Qué sucederá cuándo el Espíritu Santo descienda sobre nosotros?:
“recibiréis fuerza para ser mis testigos, hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8)
Cuando Jesús dijo ésto a los apóstoles ascendió al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista…Mientras contemplaban la subida de Jesús al cielo, dos ángeles les dijeron:
“¿Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?” (Hch 1,11)
Es una llamada de Jesús a evangelizar, a extender el Reino de Dios. Jesús nos envía a proclamar la Buena Noticia…
En el Evangelio de la Ascensión, según S. Lucas (Lc 24,46-53) nos narra:
- -El Kerigma: “El Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados”
- -Nos indica que seremos testigos… ¿pero no con nuestras propias fuerzas? ¡No!. Seremos revestidos con la fuerza de lo alto, porque nos enviará la promesa del Padre, el Espíritu Santo…
Profundiza S. Agustín, diciendo:
“¿Quién, pues, les concedió ésto?.Escucha al mismo Señor: ”Vosotros permaneced en la ciudad hasta ser revestidos del poder de lo alto”. Lo visteis y lo tocasteis, pero aún no podéis predicar y morir por lo que habéis visto y tocado, hasta ser revestidos del poder de lo alto”
Jesús, cerca de Betania, les da la bendición levantando sus manos y se va al cielo…Jesús asciende todo entero, en cuerpo y alma, en naturaleza humana y divina, y los discípulos se llenaron de gozo. Nos explica S. León Magno:
“La Ascensión de Cristo constituye nuestra elevación, y el cuerpo tiene la esperanza de estar algún día en donde le ha precedido su gloriosa Cabeza; por eso, con dignos sentimientos de júbilo, amadísimos, alegrémonos y gocémonos con piadosas acciones de gracias”.
Hoy Jesús lleva a cumplimiento lo que nos dijo en el Cenáculo:
“Salí del Padre y vine al mundo; de nuevo dejo el mundo y me voy al Padre” (Jn 16,28)
Él se ha encarnado: vivió entre nosotros, murió y resucitó…; ahora asciende a la derecha del Padre, para estar definitivamente en el cielo; pero siempre con una misteriosa Presencia junto a nosotros: Él está con nosotros, hasta el fin del mundo…
La elevación de Jesús crea en los discípulos una gran emoción (S. Beda lo describe con lágrimas) por esta separación parcial en el tiempo, pero luego, sus corazones serán fieles para esperar la venida del Espíritu Santo, y quedarán colmados de alegría, como les había dicho en el Cenáculo:
“vosotros, pues, ahora tenéis tristeza; pero de nuevo os veré, y se alegrará vuestro corazón, y nadie será capaz de quitaros vuestra alegría” (Jn 16,22)
“Reconfortados con esta visión, después de haber hecho un acto de adoración en el lugar donde estuvieron los pies de Cristo, y una vez regadas con abundantes lágrimas las huellas, que, finalmente, dejó grabadas, al instante volvieron a Jerusalén, donde se les había mandado que esperaran la venida del Espíritu Santo” (S. Beda)
En este día de la Ascensión rezamos un himno precioso en Laudes, de una gran riqueza teológica. Escojo unos versos, que podemos contemplar y profundizar, como palabras dichas de Jesús a nuestros corazones:
No ; yo no dejo la tierra.
No ; yo no olvido a los hombres(…)
El gozo es mi testigo.
La paz, mi presencia viva, (…)
El cielo ha comenzado (…)
(…)
Comienza vuestra tarea. (Himno Laudes)
No, Yo no te dejo solo en la tierra…¡No te abandono! No me olvido de ti…Estaré contigo, a tu lado, por los siglos de los siglos. Viviendo en el gozo, muestras ser mi testigo…
La paz en tu rostro, en tus relaciones con los hermanos, muestra que vivo entre vosotros, que sois mi presencia viva…
El cielo ha comenzado ya aquí, en la tierra…, si vives unido a Mí, en los valores de mi Evangelio…
Jesús nos dice: ”Comienza vuestra tarea”…¿Dónde? En el día a día, en lo escondido, en lo pequeño, en los gestos de Amor…
Que Jesús transforme nuestra mirada y la llene de esperanza, porque ¡Él vive!…
Pidamos al Señor, como S. Agustín:
“Haz que ascendamos contigo y que nuestro corazón se eleve hacia ti… A ti, que te levantas digo : Señor, tú eres mi esperanza, tú asciendes al cielo ; sé mi refugio”…
Esperemos junto a María, la Madre de Jesús, con perseverancia, la venida del Espíritu Santo…pues Él llenará “nuestra mirada de esperanza”…