
Por Hna. Mª Gloria del Espíritu Santo
¡Dios mío, Trinidad a quien adoro!,
La Iglesia nos sumerge en tu misterio;
te confesamos y te bendecimos,
¡Señor , Dios nuestro!
(Himno litúrgico)
Después de celebrar el misterio pascual de Cristo, que culminó el día de Pentecostés con el envío del Espíritu Santo, hoy lo dedicamos a celebrar y glorificar, de una forma especial, al Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Porque, en verdad, en el transcurso de todo el Año Cristiano, la Trinidad es el centro de nuestra oración comunitaria, y es quien da pleno sentido a nuestra existencia cristiana.
En este día se despliega, ante nuestros ojos, la vida íntima de Dios: Dios es TRINIDAD. Es un misterio que sobrepasa nuestra capacidad… Pero sabemos que Dios es Amor, que no es solitario, que vive en Compañía, en Comunión Divina.
Al intentar contemplar el misterio de Dios-Trinidad, en este Año Litúrgico del Ciclo C, los rasgos que nos describen las lecturas bíblicas son:
- LA CREACIÓN INICIAL DEL COSMOS. Prov. 8,22-31
Dios ha creado nuestro mundo con sabiduría y amor; lo ha creado bueno y bello: le colocó la bóveda del cielo con sus astros, puso límites al mar, formó los montes, los manantiales de agua, la hierba del campo… y junto a Él, estaba la SABIDURÍA, personificada, que es el Verbo, su Hijo.
“Y vio Dios que era todo bueno…” (Gén. 1,31)
La Creación es un Don del Amor del Dios, es la 1ª revelación de un Dios que crea el “Palacio” de la Esposa de su Hijo: la Humanidad. Y todo lo puso al servicio del hombre y de la mujer, para que fuesen felices. Y les dijo: “Creced, multiplicaos, llenad la tierra…”, para que, a través de todas las criaturas, llegaran a contemplar, amar y vivir para su Dios.
Los ecologistas tratan de defender la bondad y la hermosura de la naturaleza, contra las apetencias y egoísmos de los hombres, que no les importa destruir la “casa común”. Pero todos, por el hecho de ser “dueños de la creación”, debemos colaborar para que se respete esa maravilla de la Bondad y Belleza de Dios, tanto del macrocosmos, como del microcosmos, como insiste y recomienda el Papa Francisco en su encíclica “Laudato sí”, para que todas las criaturas alaben y bendigan a Dios.
- LA GRACIA QUE DIOS-PADRE NOS HA COMUNICADO EN CRISTO, POR EL ESPÍRITU SANTO. Rom. 5,1-5
Si la obra de la Creación es admirable, más lo es la obra de la salvación. En la 2ª lectura, Pablo entona su canto de alabanza a Dios, nombrando a sus tres Personas: Por obra de Cristo, ahora estamos reconciliados con Dios Padre, y “nos gloriamos, apoyados en la esperanza de la gloria de ser hijos de Dios”. Incluso en las tribulaciones y en los momentos de sufrimiento, estamos alegres y nos sentimos confortados, “porque el Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado”. (Rom. 5,5)
Vivimos una “divinización”, comenzada en el BAUTISMO. La vida del cristiano, vida de gracia y santidad, es una amistad con Dios y la hemos recibido de Él, gratuita, por la muerte y resurrección de Jesucristo. No es una conquista del hombre, y Dios la ofrece, la regala, pero no la impone. El Señor llama a la puerta: la libertad se la abre…
Si Dios mora en el alma, es porque Él ha llegado, ha sido bien acogido. Si se queda, no es porque haya sido retenido, sino porque Él lo decide así, y porque una “voluntad” de aceptación, alegre y generosa, responde al don de su PRESENCIA.
Esta es la Inhabitación Trinitaria en el alma del cristiano, Don del Amor, que se nos ha dado en el BAUTISMO, que inicia en el creyente una verdadera divinización: ”Dios en mí y yo en Él” diría Sta. Isabel de la Trinidad. Un Amor que se entrega, que es Dios, dándose en el Espíritu Santo; y una voluntad, que acoge y descansa en un AMOR infinito…
Nuestro Santo Padre, Juan de la Cruz, explica muy bien, en la 2ª canc. de la Llama de Amor viva, la acción de la Trinidad en el alma purificada:
¡Oh, Cauterio suave!
¡Oh, regalada llaga!
¡Oh, mano blanda ¡Oh, toque delicado!
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga;
matando, muerte en vida la has trocado.
Este “cauterio” es el Espíritu Santo, que es fuego consumidor, fuego de amor, que como es de infinita fuerza, puede consumir y transformar en Sí, el alma que tocare ( n.2)
La “mano blanda” es el piadoso y omnipotente Padre; la cual, pues es tan generosa y dadivosa, cuanto poderosa y rica, ricas y poderosas dádivas da al alma cuando se abre para hacerla mercedes” ( n.16) El “toque delicado” es el Verbo, Hijo de Dios, con el cual el Padre nos toca en la fuerza de su cauterio y nos llaga… ( n.17)
¡Oh, qué maravilla! ¡Qué Bondad y Ternura la de Nuestro Dios…!
- COMUNIÓN DE AMOR . Jn 16,12-15
“Todo lo que tiene el Padre es mío… El Espíritu tomará de lo mío y os lo anunciará”.
El Evangelio nos habla de la admirable intercomunión que existe entre las Tres Personas Divinas: el Padre nos ha enviado a su Hijo; Cristo está íntimamente unido a Él. Y los dos envían el Espíritu Santo, para que nos lleve a la plenitud de la Verdad. Puede parecer una visión demasiado elevada, para los que caminamos por este mundo lleno de preocupaciones y dificultades. Pero, ¡Este es nuestro Dios!, según nos lo revelan las lecturas bíblicas de hoy.
No es solo un Ser poderoso, perfectísimo y omnipotente; ni es un Dios lejano y frío, sino que Dios es Amor. Sí, Dios es admirable en sí mismo y en la obra de la Creación, pero, a la vez, es cercano a la historia de los hombres, de cada uno de nosotros. Porque Dios es un Padre, que está a nuestro lado, que nos conoce y nos ama. Dios es un Hijo, obediente, humilde y fiel a la Voluntad del Padre, Jesucristo, que ha querido recorrer nuestro camino y se ha entregado por nuestra salvación. Dios es Espíritu, que nos quiere llenar de Fuerza, de su Vida y de su Santidad. ¡Es el Dios Viviente y cercano! ¡Nuestro Dios-Amor! El que nos ha revelado Jesucristo.
Pero, en verdad, hoy no es un día para intentar explicar, ni para hacer reflexiones teológicas sobre el “Misterio de la Santísima Trinidad”, sino para recordar cómo ha actuado y sigue actuando en nuestro mundo, para nuestro bien; y cómo nuestra vida está marcada y orientada por su AMOR. Es un día para contemplar en silencio, para “caer en éxtasis” ante ese inagotable panorama… Sólo podemos pronunciar ante Dios las palabras de alabanza, bendición y acción de gracias, y la adoración más humilde y rendida. Es un día para avivar la Fe en este misterio Trinitario y su Inhabitación en nosotros.
¡Somos templos de Dios!, ¡El Espíritu Santo habita en nuestro interior! ¿Somos conscientes de esta realidad inmensa y misteriosa? Saber que, haga lo que haga, esté donde esté, una Presencia me acompaña, iluminando, moviendo, fortaleciendo, consolando… ¡Es verdad! ¡No estamos huecas! ¡Vivamos, pues, esa relación de intimidad, de amistad, de amor, con las Tres Divinas Personas que nos habitan!
Ntra. Sta. Madre, al comenzar las 1ª Moradas, hace caer en la cuenta al alma “que es un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, donde hay muchas moradas… Es un paraíso donde Dios tiene sus deleites. Pues, ¿qué tal os parece que será el aposento adonde un Rey tan poderoso, tan sabio, tan limpio, tan lleno de todos los bienes, se deleita No hallo yo cosa con qué comparar la gran hermosura de un alma y la gran capacidad… pues, El mismo dice, que nos crió a su imagen y semejanza” (IM 1,1)
En la 7ª Morada, dice que Dios mete al alma en lo más profundo de su Castillo interior, y “se le muestra la Stma. Trinidad, todas tres Personas, con una inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas Personas distintas, y por una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, podemos decir, por vista… Aquí se le comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el evangelio que dijo el Señor: que vendría Él y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos”. (7M1,6).
A ella le concedió el Señor esta gracia, y la cuenta, con sencillez y asombro, en la Relación 16.
Pero es, quizás, Santa Isabel de la Trinidad, la carmelita de Dijón (Francia), la que mejor nos habla de una experiencia de Dios Trinidad, desde la Fe, desde la comprensión y vivencia del misterio, enraizado en el sacramento del Bautismo.
Desde joven, el Señor le regaló esta vivencia de Fe: ¡se sentía habitada! Cuando le explicaron las riquezas del Bautismo y cómo éramos, en verdad, templos de la Trinidad, ella centró toda su vida y su espiritualidad en la Inhabitación Divina . Decía:
“Es toda la Trinidad la que descansa en nosotros, todo ese Misterio que será objeto de nuestra visión en el Cielo” ( c. 172) “Mientras tanto, yo vivo en el AMOR, me sumerjo en Él, me pierdo en Él. Es el Infinito, ese Infinito del que está hambrienta mi alma”(c.107) “¡Él está en ti! ¡lo tienes en lo más íntimo de ti misma…! De tal manera, que a cualquier hora del día, de la noche, en medio de todas las alegrías y de todas las pruebas, puedes encontrarlo allí, muy cerca, muy dentro de ti. ¡Este es el secreto de la felicidad! ¡Este es el secreto de los santos!” (c.175) “La TRINIDAD: ¡he ahí nuestra morada, nuestro hogar, la casa paterna de donde nunca debemos irnos” (CF.2) “¡Qué adorable misterio de amor! yo quisiera corresponder pasando por la tierra como la Santísima Virgen, “conservando todas esas cosas en mi corazón”, sepultándome, por así decirlo, en lo más hondo de mi alma, a fin de perderme en la Trinidad, que mora en mí y transformarme en ella.” (c.185)
ELEVACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Isabel escribió una oración trinitaria que no había preparado, ni proyectado de antemano. Brotó de su corazón y de su pluma, al terminar unos Ejercicios Espirituales, y dejó que brotaran del fondo de su ser, esas palabras que la habitaban desde hacía tiempo…Son palabras llenas de fuego, y a la vez, llenas de música. Quien lea y recite despacio esta oración, por muy pobre que se sienta, se ve arrastrado a un horizonte sin límites… Sin saber cómo, el orante se sentirá conducido hacia un encuentro vivo con el Dios todo AMOR, que lo habita y lo llama…
“¡Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro!, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio. Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierta en fe, todo adorante, totalmente entregada a tu acción creadora.
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor!, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte…, ¡hasta morir de amor!. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestida de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, para que mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh mi Astro amado!, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor.
¡Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor!, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una suplementaria humanidad en la que Él renueve todo su Misterio.
Y Tú, ¡oh Padre!, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.
¡Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo!, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.”
Esta oración, después de la muerte de Isabel, ha dado la vuelta al mundo; se han hecho traducciones en 30 lenguas, y nutre la contemplación de sacerdotes, seminaristas, religiosas, madres de familia, laicos comprometidos. Una oración que rezaba, cada día, Balduino, el rey de Bélgica y que musitaba sin cesar un obispo chino, encerrado en la cárcel en tiempos de Mao.
Este día, se celebra en España el día “Pro-orantibus”, para orar por toda la Vida Contemplativa. Nuestro Monasterio tiene por titular “La Santísima Trinidad”, por eso, la comunidad estará todo el día en adoración ante el Santísimo Sacramento, expuesto de forma solemne. Por la tarde, después de las Vísperas, tendremos la Bendición, la Reserva del Santísimo; pero antes, todas las Hermanas juntas, a los pies del Señor, recitaremos esta Elevación a la Santísima Trinidad. Deseamos que nuestros familiares, amigos, y todos los que entran en nuestra web, se unan a nosotras en la recitación de esta oración, para que todos, unidos en un mismo Amor, adoremos y glorifiquemos a Nuestro Dios, en su Unidad y su Trinidad.
¡A Ti, gloria y alabanza, por los siglos!
¡Oh, Santa Trinidad!
¡Feliz Domingo para todos!
Qué delicada belleza!