Mi cercanía a los Místicos

TERESA, MÍSTICA Y MAESTRA-V

Enlazando con lo dicho en mi comentario anterior… La Oración de Teresa es cosa muy a propósito tan diferente que no hay parangón con las tradiciones respetables pero opuestas de las filosofías de vida que proceden mayormente del oriente asiático. Cuidemos esto porque hoy día la confusión está servida, con programas académicos que invitan a experimentar con una amalgama de tradiciones que poco o nada tienen que ver con la cristiana. Yo asistí a aquella con la clara intención de saber in situ para poder hablar con conocimiento de causa y después obrar en consecuencia. Pero lo tengo claro, “¡una y no más santo tomás!”. Por eso, debemos guardarnos de estos abusos que van en detrimento del Señor a quien cada vez más nos lo presentan como “uno más” y no como quien realmente es: ¡el Verbo Eterno de Dios, encarnado, muerto y resucitado!, y esto, amigos, no es ser “uno más” sino ¡infinitamente más!, pues como el propio JESÚS reveló: “(…) aquí hay uno que es más que Jonás, (…) que es mayor que Salomón (Mt 12, 38-42); (…) habéis oído que fue dicho…, pero YO os digo…” (Mt 5, 38-45). Peor aún, y no es ningún secreto, son muchos los pseudoletrados que colaboran con sus pláticas y narrativas, ya sea a través de libros, internet o redes sociales, en la negación rotunda de Su existencia, herejía cada vez más arraigada en nuestra sociedad cínica y pagana, aumentando por su influjo la proliferación en las filas de la Iglesia de sujetos que no temen hacer apología de la secta de moda, de las ideologías antinaturales, de la mineralogía y botánica esotéricas, de las teologías cósmico-energéticas, rituales, limpiezas y demás brujerías. Soportamos en demasía que la doctrina genuinamente católica sea reiteradamente perseguida, afeada y retorcida por conciencias sin conciencia que sin temor alguno viven y esparcen el mortal veneno de la apocatástasis soteriológica, de la molicie hipersexual, del modernismo falazmente progresista, del neopaganismo práctico, de las dictaduras del relativismo y del positivismo cientificista, del sincretismo falsamente ecuménico y del buenismo simplón, injusto y a la postre estéril. ¡Qué dolor cuando vemos mucho de esto en ámbitos intraeclesiales, incluso en personalidades relevantes no pocas veces enfrentadas!, ¡Dios nos asista!, que no es por ponerme negativo, pero toda alerta es poca cuando el Castillo Interior cruje de fisuras y oquedades mal guardadas por las que se entra el Diablo cual sabandija virulenta para hacer estrago en Las Moradas y dejarlas deshechas. ¡Ay!, pero es que para muchos de ellos tampoco hay ángeles endiablados. Dicen ser sólo una proyección psicológica de nuestro lado oscuro o a lo mucho simples mitos iranios. Y sufrimos estas lindezas no sólo de ateos, agnósticos o alejados de la religión, de los que por descontado podemos esperarlas, sino de gentes de iglesia (y muy de Iglesia) que no tienen empacho en negar los dogmas y quedarse más frescos que una lechuga. Verdades definidas a lo largo de la Historia Conciliar por el Magisterio infalible fundado en la Revelación y asistido del Espíritu (y otras también de índole magisterial aunque no hayan sido solemnemente definidas), tales como el Misterio Trinitario o la existencia del Cielo, la presencia real de Cristo en la Eucaristía, la fundación de la Iglesia por el Señor en la persona de Pedro, la asistencia, inspiración y protección de la misma por el Espíritu Santo, la existencia de la naturaleza angélica y con ello la presencia y acción real de Satán como un Ser Personal de índole prevaricadora, la posibilidad real del purgatorio e incluso de la condenación se ven una y otra vez desprestigiadas o burladas. De labios cristianos se llega a escuchar, no sin bochorno, las más descaradas herejías supuestamente justificadas con el pretendido aval del “estudio científico” y del “religious tourism”. Sospechosa erudición ya que en ciertas academias, foros y liceos, en distintas publicaciones adornadas de “seriedad” y también en alguna que otra peregrinación, donde no todos los participantes son de índole devota sino también meramente turística, hemos tenido que sufrir, con pasmo y dolor, que algunos cristianos pretendidamente entendidos nieguen la realidad del pecado, el poder de la gracia, la virginidad de María y hasta la divinidad de Cristo, ¡mamma mía!, y todo eso sin temblarles la voz ni el teclado. ¡Pero qué clase de cristianos somos?!… Como diría mi tía la de Parla “es para cogerles el cráneo y llamar con los nudillos: ¡Holaaaa!, ¿hay alguien ahí?…”, puff…

Y nos asaltan no pocas preguntas cuyas respuestas se resisten:  ¿qué nos está pasando!, ¿es que no miran a su alrededor?. ¿Acaso estos sabios de poca fe, por no decir “de poca monta”, desconocen que Ciencia y Fe no sólo no se contraponen sino que se complementan?. ¿Por qué el imperio de la razón es secuestrado una y otra vez por una sobrevalorada ciencia empírica como si se tratase de algo privativo a ella o un patrimonio de su exclusiva propiedad que ningún otro campo del saber deba tocar?. Pero a esto o no se responde o se responde mal. No obstante, ahí tienen el ejemplo de la Inmaculada Virgen María, de San José nuestro patrón carmelitano, de las madres del desierto y los padres apostólicos, de tantos santos y mártires que no fueron de novela, ni mucho menos, sino que son prueba experiencial del Reino del Espíritu frente a un positivismo destructor que inhibe a propósito la verdad y que en una injusta apropiación del concepto de ‘ciencia’ encorseta la realidad a lo meramente físico-químico-matemático, como si ésta no desbordase con creces estos campos de conocimiento. ¿Acaso la física, el cosmos, la biología, la naturaleza en sí o la matemática pura no apuntan a la perfección?, es decir ¿a Dios?. ¿Hasta qué punto la problemática de un discurso fiducial razonado y razonable es realmente un problema?. ¿Pero por qué entre cristianos de solera, de supuesto arraigo en las cuestiones más candentes de la Fe, cada vez más se ignora o desprecia la Tradición y la experiencia de los grandes místicos como santa Teresa de Ávila o san Juan de la Cruz respecto a las realidades preternaturales y sobrenaturales?. ¿Pero no escuchan la Palabra ni advierten la voz de la Iglesia a través de los siglos?. Más, ¡oh, calamidad!, muchos niegan que Cristo haya tenido la voluntad de fundar ninguna Comunidad, no hay ecclesía que valga. ¡Dios mío!, ¿pero qué tipo de oración practican, si es que practican alguna?, ¿cuando vuelva el Hijo del Hombre hallará fe en la Tierra?… (Lc 18, 8)

¡Qué razón tenía la Santa al alertarnos en Vida contra estos males cuya raíz está en el “patas” y en los suyos!, ¡menuda raza!. Que hemos de “traer a Jesucristo cabe sí” en todo momento, pues “quien no hace oración no necesita demonio que le tiente”. Vaya usted a saber si el problema de tantas negaciones, de muchas burlas e inesperados enfriamientos no será precisamente este, que no se reza, ni poco ni nada. Que nuestra oración es tibia y mediocre, comprometiendo de este modo los frutos materiales y espirituales que se derivan de ella. Por no hablar de los que acuden a ciertos sacramentos sin las debidas disposiciones, seamos honestos, sobre todo a la comunión sin haberse confesado, pues como diría Teresa “es de los pecados peores, de los que claman al Cielo y atraen grandes males a las almas que los perpetran y por ende al resto de la Iglesia”. Pero también están los que los dispensan a sabiendas de que Roma lo tenga prohibido, como ocurre con las absoluciones generales, sospechosas de falta de arrepentimiento sincero y propósito de enmienda, es tan fácil ponerse en la fila y disimular…, sin confesión personal y rigurosa, sin amonestación preventiva y consejo espiritual, sin imposición de la necesaria penitencia y por tanto sin satisfacción de la culpa. Esto está pasando hace años en nuestro país, sin ir más lejos, y poco se oye de que los que mandan pongan freno a tanto abuso. Porque hay males que no se arreglan publicando un bando, se necesita actuar con otro talante de más enjundia, pues mal los que se apuntan a tales mañas, pero peor los que las permiten, ¡Dios nos libre de las malas confesiones!. Que si dos van ciegos por un tortuoso camino al cabo caerán ambos al hoyo y fin del cuento. No lo digo yo, lo dijo JESÚS (Mt 15, 14; Lc 6, 39) y no se cortó un pelo en llamarles “hipócritas” a unos y a otros.

Por tanto, y en acabando, no perdamos los ánimos de la Fe, no confundamos lo que viene de Arriba con lo que viene de abajo, lo que es de Cristo y lo que es del Diablo. ¡La Oración Teresiana es otra cosa!, digámoslo sin temor, sin miramientos. Que hoy día se abunda y sobreabunda en los mantras, el yoga, el reiki y la  meditación trascendental, pero se pierde la ortodoxia en la oración litúrgica, verbal y mental, que en algunos templos no se hace como Dios manda. Estas, reclaman mayor atención y cuidado por parte de todos, clérigos y fieles, mientras que aquéllas se han popularizado extremadamente. Pero no nos engañemos, cada vez son más los numerosos testimonios de expertos y ex-miembros que prueban que son modas peligrosas, a menudo puertas abiertas a los Demonios que una vez instalados difícilmente se podrán expulsar, ¡Dios nos libre!. Más nunca falta un cristiano que contradiga a la Palabra, pues no hace mucho fui testigo de cómo un Fraile de los de “mentalidad relajada” se reía a carcajada limpia de los Curas de Parroquia que alertan sobre estas prácticas digamos… “poco ortodoxas”, pareciéndole una exageración dicha alerta y sin ningún fundamento racional. No obstante, esa misma mañana todos pudimos ver que el coventillo presta sus instalaciones a grupos de toda índole, y cuando digo de toda caben aquí desde ateos a nuevos gnósticos, pasando por grupos new age, sociedades teosóficas, astrológicas, cuasi-medicinales y una larga procesión de grupúsculos más o menos alejados de la realidad cristiana e incluso abiertamente contrarios a ella. Pero esto nunca es un problema sin hay ganancia de por medio, así de vendidos estamos en nuestra propia finca. No es plato de gusto advertir estos abusos, pero es evidente que la oración genuinamente cristiana está en crisis en no pocos sectores de la propia Iglesia, de lo contrario me extraña mucho que grandes y pequeños responsables consientan estos negocios sin un mínimo control de protección de las almas, tanto de las que acuden como de las que lo favorecen. ¿De verdad creemos que el Señor va a pasar todo esto por alto cuando nos llame a filas?… Ingenuos seríamos si pensásemos tal cosa. Más nunca falta gente que cree firmemente que la salvación es segura para todos sin excepción, que el infierno no existe, que el mal y el pecado son de Trento, y que los que creen todas estas “bobadas medievales” sólo hacen el ridículo. Y han leído el Evangelio, pero aun así no les basta. Y han leído a Teresa, que nos dijo sin ambages que Dios no se muda, pero tampoco les basta.

Sí, yo también estoy pensando lo mismo: en los grandes Santos que jamás negaron tales verdades eternas, y que siempre pusieron en alerta a las sociedades de su época. No sólo no las negaron sino que las experimentaron en carne propia. Nuestros Santos carmelitas sin ir más lejos. Todos ellos, bajo obediencia, hablaron en sus escritos, cartas y diarios espirituales de todas estas realidades sin el menor reparo, sabiendo como sabían que la Palabra de Cristo ni engaña ni se engaña, pero sobre todo por su propia experiencia de toda una vida en combate espiritual. ¿De qué tenemos miedo?. ¿No predican y esparcen su mentira los demás sin respetos humanos?, ¿acaso creemos que les importa el qué dirán, ni siquiera nuestro “qué dirán”?. Y nosotros, que tenemos no “nuestra verdad” como una más del montón, que es lo que se lleva ahora decir en los debates televisivos y a pie de calle, sino a la misma Verdad en Persona en nuestros Sagrarios, ¡andamos dando tumbos por la vida sin saber muy bien de dónde venimos y a dónde vamos?, ¿temiendo ser señalados por confesar abiertamente que somos cristianos de los de verdad, de los que respetan el depósito de la Fe y no de los que se dicen cristianos pero luego no pisan una iglesia o lo niegan todo o se casan con el mundo al menor devaneo?. Os parecerá exagerado, pero tengo un colega que a veces me dice que no queda mucho para volver a las Catacumbas. Y cuando yo le digo: “¡Dios nos libre!”, él se apresura a decir que igual es lo mejor, porque como en el diluvio toda iniquidad será aniquilada, pero ese grupo perseverará y será signo de un resto Santo del que florecerá de nuevo la Iglesia para el futuro que Dios tenga reservado. Demasiado apocalíptico, cierto, pero también lo apocalíptico forma parte de esta Historia de Salvación. Bien está respetar las tradiciones ajenas, que nadie me malentienda, pero es legítimo no renunciar a nuestras convicciones y defender lo nuestro en un tiempo en que casi nadie lo defiende. Teresa en más de una página habló sin vergüenza alguna y con toda honestidad de los ataques del tentador, de lo revuelto que anda el demonio cuando se sirve a Dios cabalmente, de su famosa visión del infierno que no sólo la llenó de espanto, sino de amor hacia el Amor que la podía librar de él y convertirla en una gran Santa como de hecho llegó a ser. Comprendió que en una oración honesta, profunda, fiel, anclada en el Corazón de su Rey estaba su felicidad y su seguro. En fin, quizá una de las claves, y tras tanta seriedad creedme que no es cosa baladí, me la dio un Sacerdote romano: “¡Demasiada tele y poco Sagrario!”. Equilibremos la balanza. Ojalá que este pequeño trabajo discográfico ayude a muchos a ver desde Cristo la realidad de las cosas y a encontrar el camino de la verdadera oración según santa Teresa.

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