Tierra de María I

Hna. Mª Consuelo de Jesús Crucificado

Este año hemos celebrado en nuestra Comunidad el centenario del nacimiento de la Hermana Mª Consuelo de Jesús Crucificado (1920-2020), fundadora de nuestro Carmelo de León . Ya en enero tuvimos otro recuerdo, el de los 25 años de su partida para el cielo. Por eso queremos seguir compartiendo con todos vosotros un poco más acerca de ella para que podáis conocerla mejor y uniros con nosotras a la acción de gracias por su vida y por todo lo que el Señor hizo en ella.


J.M+J.T

“Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humildad de su sierva.” (Lc 1,  46-48)

Un 7 de agosto de 1920, nacía en Monterrubio de la Sierra (Salamanca) una niña a la que pusieron de nombre Mª del Carmen. Sus padres eran muy cristianos; su madre había sido novicia carmelita descalza, en el Monasterio de Alba de Tormes, por eso ella tenía tanta devoción a Santa Teresa, Nuestra Madre. Fue la 2ª de tres hermanos: Luis, el mayor y Clarita, la pequeña. Cuando tenía 4 años perdió a su madre. Ella la recordaba yacente en el féretro, vestida de carmelita. Al besarla, sintió la frialdad de su rostro y dijo: “parece una muñeca de China”.

Al sentir en su corazón el vacío de la madre, acudió a la Virgen y la tomó como a verdadera Madre, Amiga, Compañera y Confidente; le entregó toda su vida, para que Ella la condujera y la llevara a JESÚS. Y, ¡qué bien lo hizo esta dulce Madre!

Estudió en el colegio, que la Institución Teresiana tenía en Salamanca. Allí conoció a S. Pedro Poveda y a Mª Josefa Segovia, de quienes guardó siempre un recuerdo cariñoso y agradecido. Estudió el bachillerato, y, cuando era alumna de Magisterio, al terminar la guerra civil, vino a León, por problemas de salud. Le impresionó el gran amor a la Virgen del pueblo leonés, y su devoción a la Eucaristía. Este recuerdo la acompañó siempre, y fue lo que provocó su deseo de fundar un Carmelo en esta ciudad.

Después fue a la Universidad de Santiago a estudiar la carrera de químicas, que no llegó a acabar, por su deseo de ser carmelita y de entrar pronto en el Monasterio. En Santiago tuvo grandes amigas, orantes y apóstoles, que también llegaron a ser carmelitas.

Después de discernir su vocación, y por su amor a Santa Teresa, entró en el Carmelo de Ciudad Rodrigo (Salamanca), el 9 de enero de 1943, que aquel año se celebraba la fiesta de la Sagrada Familia, que era el titular del Convento.

Desde el principio se sintió feliz en la casa de la Virgen, con las dificultades propias de una postulante, que ha dejado el mundo, el cariño familiar y las comodidades de su propia casa; pero todo se lo entregó a la Virgen, y se puso en sus manos, como una niña pequeña, que se deja conducir por su Madre.

Tomó el hábito el 16 de julio de ese año, Solemnidad de Nuestra. Santísima Madre, la Virgen del Carmen, e hizo su 1ª Profesión el 15 de Agosto del año 1944, Solemnidad de la Asunción de María, después de pasar un periodo de pruebas y oscuridades interiores. A los tres años, en esta misma fecha, emitió la profesión solemne. La coincidencia de estas fechas marianas, ha sido una constante en su vida, por lo que podemos decir que la Virgen llenaba toda su existencia. Desde niña, primero en su familia, y más tarde en las Teresianas, recibió una devoción y una formación mariana intensa. El amor a la Virgen, y el deseo de imitarla, se arraigó profundamente en su alma y quería contagiarlo a todos cuantos se acercaban a ella.

En el año 1944, unas Hermanas. del Carmelo de Ciudad Rodrigo, vinieron a León a fundar un Monasterio. Les ayudaron mucho en esta empresa, la familia Crespo, pues tenían una hija carmelita descalza en aquella comunidad. Les prestaron una casita y allí vivieron unos años. Pero aquella incipiente “fundación” no cuajó, y volvieron a Ciudad Rodrigo, su comunidad de origen. Un día fue a visitarlas el P. Francisco Hermida, y hablando con las hermanas en el locutorio, dijo, mirando a la novicias que allí estaban: “Algún día, estas Hermanas harán la fundación de León”. La Hna. María Consuelo, que era novicia y estaba presente en la conversación, acogió en su corazón esa insinuación, la oró, la discernió, y con el tiempo, vio que Dios le encomendaba esa misión de fundar. Pensó hacer el nuevo Monasterio en León, ciudad que tiene la adoración perpetua del Santísimo Sacramento en La Colegiata de San Isidoro; y quiso hacerlo en honor de la Virgen María, como obsequio a la Santa Madre Teresa de Jesús, con ocasión del IV Centenario de la Reforma.

Empezó a darse prisa y buscó ayudas; el  Señor la conducía y enardecía, poniendo empeño, ilusión, esfuerzos, y todo su ánimo, que era mucho. Habló con unos PP. Jesuitas, con la familia Crespo y con las Señoritas Masaveu. Estas le ofrecieron su ayuda incondicional, y la animaron a empezar las obras pronto… para gloria de la Santísima Trinidad, de la que ellas eran muy devotas.

D. Fernando Crespo, el “caballero santo”, como ella lo llamaba, le ayudó mucho a buscar el terreno, y estuvo muy pendiente de las obras del Convento; cada día le escribía una carta, para tenerla al corriente de todo.

El 24 de agosto de 1962, se cumplían los 400 años de la Reforma Teresiana. Ese día salía de Alba de Tormes la reliquia del brazo incorrupto de Santa Teresa, para recorrer las ciudades de España. ¡Ese mismo día se ponía la 1ª piedra del Carmelo de León…!. Ciudad Rodrigo fue la primera ciudad que tuvo el privilegio de tener la santa Reliquia. Cuando estuvo en el Carmelo, la Hermana Mª Consuelo le pidió la gracia de poder inaugurar el nuevo Monasterio, cuando llegara el Sto. brazo a León. Y… ¡así fue! La misma Santa vino a fundar su “palomarcito”, en pleno siglo XX.

No le gustaba que la llamaran “la Madre Fundadora”. Ella decía que todo lo había hecho la Santísima Virgen. Consideraba que la Fundación había sido pedida por Ella, por la fe y el gran amor que el pueblo leonés tenía a Nuestra Señora. del Camino. Inspiradora y Fundadora, la Santísima Virgen; y en su nombre, Nuestra Santa Madre, Teresa de Jesús, de la que se apropiaba sus palabras: “Sabe Su Majestad, que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen, Madre suya, cuyo hábito indignamente traigo y traéis vosotras. ¡Alabadle, hijas mías, que lo sois de esta Señora verdaderamente! Y así no tenéis para qué afrentaros de que yo sea ruin, pues tenéis tan buena Madre. ¡Imitadla y considerad qué tal debe ser la grandeza de esta Señora y el bien de tenerla por Patrona! Pues no han bastado mis pecados y ser la que soy, para deslustrar en nada esta sagrada Orden”. (3M. 1,3)

Decía que este Carmelo tenía que ser muy “mariano”, y que todas las monjas del Convento debían ser “copias de la Virgen María”, como las hijas se parecen a su Madre. “Así pido y deseo, que nosotras, imitando la vida de la Santísima Virgen, contemplándola y amándola, vivamos en la tierra alabando a la Santísima Trinidad, amando a Jesús y ejerciendo nuestro apostolado, como Ella, en oración continua, en intimidad con Dios, en amor a la Iglesia y a las almas. ¡Seamos misioneras, con María y como Ella.”

La Hermana Mª Consuelo vino de Ciudad Rodrigo como responsable de la Fundación de León, con seis hermanas de allí y dos hermanas del Carmelo de Carrión. Fue priora de la comunidad el primer trienio, y después ya no fue elegida. ¡Pasó toda su vida en un 2º lugar, en ocultamiento! Ella quería ser “tierra de María”, desaparecer, para que María apareciera y resplandeciera. Y a todas las Hermanas que han sido prioras, les dejó una “consigna”, escrita en una estampa, con letra firme:

Esta estampa, Madre amada,

la dejo para la que, en tu Nombre,

sea Prelada.

La Priora de este Carmelo, fue, es y debe ser siempre

la Reina de los Cielos. Este Carmelo debe ser siempre de María.

y el día que no lo sea, pueden darse por perdidas.

¡Tú, la Madre, la Priora, la Señora y Emperadora!

¡Tú la Confidente de todas¡

¡Guarda en tu Corazón a las hermanas,

ahora y siempre, y en su última hora!


Continuará en Tierra de María II

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