En libertad

Por Hna. Mª Paz de Jesús

Hace dos días celebramos la solemnidad del Corazón de Jesús donde contemplábamos el Amor de Dios con la imagen del pastor que cuida, alimenta y busca a sus ovejas para que le sigan a las verdes praderas. Imagen que se realiza plenamente en Cristo.

Este domingo es Jesús el que nos llama a seguirle con libertad, después que san Lucas nos lo muestra caminando con decisión para cumplir la voluntad del Padre en Jerusalén.

Es una liturgia muy hermosa que nos invita a cada uno, en el estado de vida que tengamos, a seguirle con una libertad amorosa de quien se sabe acompañado y sostenido por Aquel a quien ha descubierto como la Fuente de Agua Viva que apaga toda sed del corazón.

San Pablo dirá: “Para vivir en libertad, Cristo nos ha liberado”, y como sigue diciendo “no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos uno de otros por amor”.

Sí, el verdadero Amor sólo se vive en libertad, libertad de nosotros mismos, de nuestro egoísmo, como Cristo que ha hecho de toda su vida una entrega de Amor total.

En el Antiguo testamento, ya el profeta Eliseo quema todo sus aperos para ponerse a disposición del profeta Elías, para seguirle. Pero Cristo como plenitud de nuestra realidad humana, nos pide una totalidad, como él la vive ante el Padre, “deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios”.

Como nos dice Santa Teresa: “procurar este bien de darnos todas al Todo sin hacernos partes”. Darnos del todo al Señor de nuestra vida sin divisiones para entrar en la dinámica de su misma vida divina para ser don de misericordia para los demás, sobre todo para los que nos rodean, por la vida del Espíritu en nosotros.

De este Espíritu somos, como dice Jesús a sus discípulos en el Evangelio.

En la Exhotación Alegráos y regocijaos, del Papa Francisco nos recuerda que: “la misericordia es el corazón palpitante del Evangelio”, y que: “no es sólo el obrar del Padre, sino que ella se convierte en criterio para saber quiénes son realmente sus verdaderos hijos”.

Hemos recibido el Espíritu de Dios y podemos reconocerlo en nuestro interior clamando ¡ABBA! ¡PADRE! y que nos hace intuir en nosotros el anhelo de una Vida que se entrega y que está llamada a entregarse. Santa Teresita lo experimentó en su gracia de Navidad: “Sentí que entraba en mi corazón la caridad, sentí la necesidad de olvidarme de mí misma para darme a los demás, ¡y desde entonces fui feliz!

Os invito a dejarnos crear y recrear por este Espíritu de Amor sin mirar hacia atrás, para seguir tras las huellas del divino Maestro en una entrega libre y amorosa al Padre, siendo anuncio del Reino con nuestra vida sencilla de cada día.

Contad siempre con nuestra oración desde este Palomarcito de la Virgen del Carmen y que ella, nuestra Madre y Reina del Carmelo os alcance todas las bendiciones de su Hijo en este mes que iniciaremos y que celebraremos su fiesta.

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